Terminaron los Bodas de Isabel 2014. Han sido unos días inolvidables entre amigos y disfrutando de esta maravillosa ciudad mudéjar, transformada, durante estos días, en una ciudad medieval.
Este año contamos con la visita de un medio de comunicación "El Heraldo de Aragón". Esto decia de nosotros en su edición del día 22 de febrero:
"Muy documentados sobre los pormenores del gremio al que representan están los "Aguadores". El nombre alude a aquellas personas que en el siglo XIII iban a la fuente de la Peña El Macho, a las afueras de la ciudad, y llenaban decenas de cántaros con agua que luego transportaban en mulas para venderla en la ciudad. Solucionando así el problema de abastecimiento de Teruel, emplazado en un altozano mientras que el río discurría por la zona baja.
Los aguadores quedaban libres de algunos impuestos a cambio de mantener limpias las fuentes y por la importancia social de su trabajo, afirmaba Julio Martínez, un "Aguador". Quizá casualidad, su jaima es una de las mejor preparadas, al contar con una toma de agua y la posibilidad de calentarla, lo que facilita las tareas de limpieza de los utensilios y herramientas de este particular campamento medieval".
24 de febrero de 2014
28 de enero de 2014
Ya queda menos
Ya queda menos para ver la ciudad de Teruel transformada y hacernos viajar en el tiempo y sumergirnos en la época Medieval.
Durante los días 20, 21, 22 y 23 de febrero, las calles de la ciudad vuelven a sus raíces, albergando un mercadillo medieval, numerosas haimas... En ellas se celebran torneos, se hacen grandes hogueras, los aguadores reparten el apreciado líquido, se subastan huerfanitos, se queman brujas....
La historia de los amantes de Teruel es representada a lo largo de todo el fin de semana, usando las calles de Teruel como el mejor de los escenarios posibles: desde la llegada de Diego por la cuesta de la Andaquilla hasta el funeral de los amantes, la obra se compone de varias escenas que se irán representando a lo largo del fin de semana en todas las calles de Teruel.
Los organizadores de la fiesta miman absolutamente todos los detalles, y eso se nota. La fiesta de Las Bodas de Isabel ha alcanzado en pocos años el reconocimiento de "Fiesta de Interés Turístico Nacional"
No faltes a esta maravillosa fiesta y no dejes de visitar la haima de LOS AGUADORES.
27 de enero de 2014
26 de enero de 2014
EL DIVINO AGUADOR
Era una hermosa mañana de primavera cuando, con los
primeros rayos del Sol, Pedro el Aguador se disponía a salir de su casa con las
tinajas para dirigirse a la fuente de La Peña del Macho.
Caminaba sin prisas, conocedor de que le esperaban
muchas horas de trabajo y había que dosificar las fuerzas. Sabía que tenía por
delante un día muy duro, como todos; pero ignoraba que estaba a punto de
convertirse en el protagonista de algo que perduraría para siempre.
Caminaba ajeno a lo que le esperaba cuando, al
llegar a la Iglesia de Santa María de Mediavilla, se cruzó en su camino el
Maestro Juan el Pintor.
- Buenos días Maestro Juan. Hermoso día para
trabajar, como de costumbre.
El Maestro Juan ni oyó ni vio al aguador. Caminaba
ajeno a todo lo que le rodeaba. Al aguador no le quedó más remedio que repetir
el saludo, pero esta vez alzando la voz, algo que sobresaltó al Maestro Juan y
le hizo despertar de su absorto caminar.
- Buenos días Aguador. Lo de hermoso, vamos a
dejarlo; más bien diría... tenebroso día.
- ¿Tenebroso? Explíquese maestro, pues yo con la
duda no me voy a trabajar. Aunque ello suponga dejar a medio Teruel muerto de
sed.
Ambos se dejaron caer sobre un poyo adosado al muro
de la iglesia y, con un suspiro, el Maestro Juan le hizo saber al aguador de su
preocupación:
- Hace unos días, el párroco de Santa María de
Mediavilla me encargó pintar un retablo de categoría con la imagen central de
Cristo. Ayer me acerqué a la iglesia con el boceto ya terminado para ver mejor
su ubicación sobre el altar, cuando se me acercó Doña Mayor y, al ver el
boceto, puso el grito en el cielo diciéndome que el cordero que había pintado
no podía ser el símbolo de Cristo y que semejante pensamiento le ha llegado,
nada más y nada menos, que de un Ángel.
- Estoy azorado y aturdido. El cordero simboliza a
Jesús: su bondad, su entrega, su abandono y su humildad. Si un Ángel no ve con
buenos ojos un cordero a los pies de Cristo, ya me dirás tú qué puedo hacer.
Pero tú que me vas a decir, un aguador que no cree en la existencia de Dios.
El aguador escuchó con atención al Maestro Juan y
sus últimas palabras lo enojaron enormemente y no pudo reprimirse de contestar
con rotundidad:
- Es cierto que no creo en la existencia de Dios, y
ello me permite expresarme con total libertad de pensamiento, pues en la
Iglesia prima la fe por encima de la naturaleza, impidiendo que los hombres
sean libres.
El Maestro Juan permaneció durante largo rato con
la boca abierta y sin quitar la mirada sobre el rostro del aguador. Estaba
esperando a que un rayo divino cayera sobre el aguador y lo fulminara. Pero
como el milagro no se producía, tomó aire para decir:
- Aguador, eres un pecador, un blasfemo. Tú no
hablas, escupes demonios. Pero si tan libre decís ser, te reto a que encuentres
una solución a mi problema. O acaso tu libertad también te impide ser libre.
El aguador tenía que tomar una decisión. De no
aceptar el reto daría la sensación de que su propia libertad le impedía tomar
cualquier decisión que sobre la Iglesia tratase, demostrando, con ello, que de
alguna manera no era del todo libre.
- Maestro Juan, acepto vuestro reto y voy a
intentar ayudaros a dar con el símbolo que hará compañía a Jesús en vuestro
retablo. Escuchad:
Como muy bien sabes, Maestro Juan, mi trabajo
consiste en ir varias veces durante el día a la fuente de La Peña del Macho y
cargar mis tinajas con sus aguas para saciar la sed y las necesidades de las
gentes de Teruel. El agua que yo transporto, sacia la sed, refresca, limpia y
hace que la tierra fructifique.
Así pues, el agua de mis tinajas también está
presente en tu religión. Es el mismo Jesús quien menciona el agua en su
conversación con la samaritana revelándose Él mismo como “agua viva” al decir:
“si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba”. Cuando vosotros, los cristianos,
decís: “el que beba de esta agua no volverá a tener sed”, “el que crea en Mí no
tendrá nunca sed”; estáis reconociendo que para vosotros, Jesús es el agua viva
que apaga vuestra sed.
También mencionáis el agua en el diluvio universal
para purificar la faz de la tierra y la utilizáis en el acto del Bautismo como
acción regeneradora de Jesucristo.
El agua significa fertilidad, fecundidad y vida,
sin ella todos estaríamos muertos. Si para vosotros Jesús significa la vida, el
agua es el símbolo que estás buscando, Maestro Juan.
El Maestro Juan quedo nuevamente con la boca
abierta, pero esta vez a punto de desencajarse a juzgar por el enorme boquete
en el que se había convertido su rostro. Ahora no estaba esperando el rayo
divino, no sabía qué decir, el pecador tenía toda la razón y le costaba reconocerlo.
Y muy pausadamente, pudo mover los labios para decir:
- Divino trabajo el tuyo, aguador; llevando la vida
a nuestras gentes.
El aguador, con una sonrisa, le contestó:
- ¿Llevando la vida? Querrá decir quitando la sed,
pues Dios sólo hay uno, ¿no?
Convencido de que el agua era el símbolo, no sabía
cómo representarlo en el retablo. Por lo que pidió consejo al aguador.
- ¿Cómo puedo representar el agua en el retablo? Ya
que no voy a pintar una pequeña charca a los pies de Cristo.
El aguador parecía que lo tenía todo pensado, ya
que de inmediato le contestó:
- Creo que no debes pintar el agua sobre el
retablo, sino lo que hace posible que la misma llegue a su destino. El agua es
vida, pero de nada sirve si esta no llega a su lugar. Te sugiero que pintes una
tinaja a los pies de Cristo como símbolo. Ella alberga en su interior todo lo
que Cristo representa para los cristianos. Pero si ello no es de tu agrado, siempre
puedes pintar al lado de Cristo a quien, a costa de su esfuerzo, carga con la
tinaja en sus espaldas.
El Maestro Juan no pudo contener la risa y entre
carcajadas pudo decir:
- Demonios, quieres decir que te pinte a ti como
símbolo de Cristo en mi retablo para que las gentes de Teruel me vuelvan loco
preguntándome ¿quién es ese que está junto a Cristo? Creo que tienes toda la razón al decir que
utilice a la tinaja como símbolo, no se trata de un animal, y cuando informe de
todos los detalles de nuestra conversación a Doña Mayor, seguro que estará
encantada con la idea.
A los pocos meses, la Iglesia de Santa María de
Mediavilla lucía un hermoso retablo sobre su altar con la imagen de Cristo en
su centro, y a cuyos pies podía verse una preciosa tinaja por cuyos bordes se
dejaban caer unos finos hilos de cristalina agua.
EL AGUADOR Y EL JINETE
El Sol había alcanzado su culminación y el fuerte
calor se dejaba notar. El aire golpeaba el rostro de un jinete que, a galope,
cabalgaba por un camino bordeado de campos y cuyos labradores ya hacía tiempo
que habían dejado de faenar en espera de que el Sol amainara su furia.
En un instante, el jinete detuvo la marcha y se
quedó observando aquello que hace muchos años dejó: las murallas de su ciudad.
La ciudad de Teruel.
Muchos recuerdos invadieron al misterioso jinete y
conforme iba alimentándose de ellos, su rostro se transformó lentamente hasta
alcanzar una expresión que denotaba una extraña y contenida felicidad.
Al poco, inicio la marcha y pronto divisó la ermita
de la Villa Vieja. A su paso por el santo lugar, su corazón aceleró los
latidos. Poco después, el camino discurría su paso por el Molino del Rey,
Monasterio de San Francisco y Hospital de San Sebastián.
Enfrente tenía una de las entradas a la ciudad: la
Puerta de Daroca. Se detuvo unos instantes y, después de dudar, decidió tomar
el camino de la izquierda que conducía a la Puerta de Zaragoza. Quería ver a su
ciudad como la dejó años atrás, llena de vida con sus gentes por las calles. Y
para ello, nada mejor que hacerlo por la Calle Tozal, llena de comerciantes,
botigas, almacenes y bodegas para luego desembocar en la plaza Mayor, centro
álgido de la vida ciudadana y donde estaba instalado el mercado.
Pero al llegar al Postigo de San Miguel, pareció pensarlo
mejor y, tirando de las riendas, obligó a su caballo a dirigirse nuevamente
hacia la Puerta de Daroca. Esta entrada le permitiría llegar a su destino más
discretamente y evitar que alguien pudiera reconocerlo y perder tiempo.
Después de atravesar la Puerta de Daroca, inició la
subida por la calle Andaquilla. Al poco, le llamó la atención un hombre que,
apoyado en los muros de la iglesia de San Martín, no dejaba de maldecir y
blasfemar.
El jinete, pensando que le había ocurrido alguna
desgracia, se le acercó:
- ¿Qué os sucede buen hombre? ¿puedo ayudaros en
algo?
El hombre se sentó en el suelo. A su lado tenía dos
tinajas de diferentes tamaños y llenas de agua que debía transportar apoyando
una sobre la espalda y otra sobre el pecho ayudándose con unas cuerdas.
- Juro que prefiero morir antes que continuar con
este trabajo cuyo peso es imposible de soportar. Y éste ya es el quinto viaje
que acarreo agua desde la fuente de la Peña del Macho. Y por si esto fuera
poco, el pozo que vuestra merced puede ver aquí, se ha secado. ¡Antes morir que
ser aguador!
El jinete comprendió que no se trataba de nada
grave y trató de consolarlo.
- Pero, aguador, ese peso que debes acarrear te
permite vivir a ti y a los tuyos. Además, si hoy es el quinto viaje que
realizas, he de juzgar que el negocio os es más que favorable.
- No os llevéis a engaño, buen señor, pues todo lo
que reluce no es oro. Hoy tengo un trabajo extra: la celebración de la boda de
Isabel de Segura con el señor Azagra de Albarracín han dejado vacías todas las
tinajas de la casa de Don Pedro de Segura y ahora tengo que llenarlas sin
demora alguna.
Aquellas palabras transformaron el rostro del
jinete que, petrificado por lo que acababa de oír, quedó como ausente de todo
lo que le rodeaba. Las palabras del aguador le hicieron ver una realidad que
hasta ese momento se negaba a reconocer.
El aguador, preocupado por el aspecto del jinete,
que parecía que se iba a desvanecer y caer de su montura, se le acercó:
- ¡Señor! ¿Qué os sucede? Parece como si de repente
hubierais visto al mismísimo diablo.
El jinete, haciendo un enorme esfuerzo y muestra de
su cortesía, le contestó:
- Aguador, sigue y no abandones tu oficio, pues el
peso que tú debes de sufrir te permite vivir. Sin embargo, el que en estos
momentos llevo yo en mi corazón, os aseguro que es un peso que no puedo llevar
ni soportar.
El aguador, asustado y contrariado ante el
lamentable estado del jinete, afirmó:
- Os juro, señor, que si el causante de vuestro
estado y de la expresión de vuestro rostro es ese peso invisible que decís llevar
en el corazón; a buen seguro que podré con esas dos tinajas y cuatro más como
ellas.
Cuando el jinete inició su marcha, abatido y
dejándose llevar por su caballo, el aguador le preguntó:
- Señor, ¿puedo saber su nombre?
El jinete, ya sin fuerzas, le contestó:
- Diego de Marcilla.
Al día siguiente, el aguador se enteró del
fallecimiento de Don Diego de Marcilla. En la ciudad no se hablaba de otra cosa
que de su extraña muerte. Pero por inexplicable que ésta parezca, el aguador
sabía que la falta de un beso era suficiente para aumentar el peso y dejar sin
latido su corazón.
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